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Santa Teresa de Jesús no fundó específicamente la Orden seglar, pero sí que Dios vinculó a ella a un buen número de sacerdotes y laicos que se implicarán en la fundación de las casas de las madres como si fuera algo propio y contribuirán con sus bienes a su sustento. De ello ha dejado un amplio testimonio al relatar cada una de las fundaciones.

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Al final de las Fundaciones, ella lo reconocerá explícitamente: “el mismo Señor, como se ha visto en las demás fundaciones, toma en cada parte quien le ayude, que ya ve Su Majestad lo poco que yo puedo hacer” (F 29, 8). Por su parte, ella querrá que sus hijas no descuiden nunca de encomendarles a Dios, y se lo recordará explícitamente en el inicio de Camino de Perfección: “están muy obligadas a rogar por sus almas muy continuamente, pues os dan de comer; que también quiere el Señor que, aunque viene de su parte, lo agradezcamos a las personas por cuyo medio nos lo da; y de esto no haya descuido” (C 2, 10).

Estos laicos y miembros del clero no sólo ayudarán a santa Teresa de Jesús de forma puntual en alguna fundación, sino que  algunos de ellos estarán vinculados a la Reforma, desde la fundación del monasterio de San José hasta el fin de sus días, con una entrega abnegada y constante. Además se sentirán vinculados a la persona de la madre Teresa de Jesús, participando de su misma espiritualidad, por un particular don del Espíritu Santo, que ellos no dejarán de corresponder. A través de las cartas que ella les escribe los va formando espiritualmente en el carisma que el Espíritu Santo le ha donado.

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Es un tema aún por investigar, pero es importante hacerlo ya que podremos conocer mejor las características específicas de este carisma peculiar donado por el Espíritu Santo a la Iglesia, de este modo formar mejor a los que son llamados a encarnar esta vocación para servicio y embellecimiento de la Iglesia.

 

Clérigos y laicos de la primera generación vinculados al Carmelo teresiano

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En primer lugar podríamos citar a don Álvaro de Mendoza, quien desde que conoció personalmente a la madre Teresa, quedó profundamente impresionado. Reconocía que Dios «hablaba en aquella mujer»[1]. Será  para siempre su protector y bienhechor, daba siempre pan y botica y otras muchas limosnas a las monjas del monasterio de san José[2] y ayudará a la Santa en otras fundaciones, de un modo particular en la de Burgos, en la que intentó mediar para que pudiera realizarse dicha fundación. Una vez muerta santa Teresa se siguió carteando con María de San Jerónimo. Vistió el hábito del Carmen, como «terciario carmelita»[3] siempre vinculado a la M. Teresa y al monasterio de san José de Ávila, donde quiso ser enterrado. Respecto de don Álvaro de Mendoza dirá el P. Gracián: «Al ilustrísimo señor don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila, toda esta orden tiene por padre y señor, y fundador de esta casa –san José- y de toda la orden»[4].

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Julián de Ávila, sacerdote abulense, gran admirador y servidor de la Madre Teresa, se decía «escudero de la Madre Fundadora». Nació en Ávila en 1527. Ordenado sacerdote, conoció a santa Teresa cuando esta preparaba la fundación de San José, donde ingresó, entre las primitivas descalzas una de sus hermanas, María de Ávila. En 1563 fue nombrado capellán de San José acompañó a la Santa en sus fundaciones hasta la de Sevilla inclusive. Él mismo hizo de si esta descripción en la biografía de la Santa: “salió [Teresa] del monasterio nuevo de San José para ir a el de la Encarnación, yendo yo por escudero y como capellán. Desde aquel día me ofrecí por tal, y lo he sido hasta agora, y lo seré hasta la muerte, habiéndolo ya sido al pie de 42 años. Porque mientras vivió…, la serví veinte años, y la acompañé en todas las fundaciones que en su vida hizo”[5] Murió santamente en Ávila el año 1605. Está enterrado en la iglesia del monasterio de San José de Ávila.

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Otros clérigos vinculados a la Reforma Teresiana en todas sus vicisitudes, y que quedarán vinculados a la persona de Teresa de Jesús, entre ellos Gaspar Daza, Francisco Salcedo; Teutonio de Braganza que será ordenado obispo.

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De entre los laicos se distingue la relación que establecerá con Lorenzo su hermano, de la que será su directora espiritual. Existen otros laicos que le ayudarán en su obra fundacional y a través de las cartas que les escribirá Teresa les ayudará en su vida espiritual y familiar. Entre ellos están: Roque de Rueda del que se conservan 16 cartas; Diego Ortiz  que han llegado a nosotros 5 cartas; Pedro Juan Casamonte, Mercader de Medina y amigo de las carmelitas, se conservan 5 cartas; María de Mendoza, hermana del Obispo don Álvaro de Mendoza, de las que le escribió se han perpetuado 5 cartas.

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San Juan de la Cruz también dirigirá espiritualmente a laicos, entre ellos a su hermano Francisco Yepes y Ana de Peñalosa. Estos bien  dirigidos por él  Dios les concederá tal pujanza espiritual capaz de comprender y vivir la más alta vida espiritual. Sólo cabe recordar que san Juan de la Cruz, después de años de dirigir a doña Ana de Peñalosa, alcanza ésta una madurez insospechada. Como reconocimiento de sus progresos y signo de honda amistad, escribirá para doña Ana de Peñalosa, Llama de amor viva, que trata “de la muy íntima y calificada unión y transformación del alma en Dios”[6].

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Breve referencia histórica de la Orden Tercera del Carmelo Descalzo

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Cuando la Reforma del Carmelo Descalzo se constituirá en Orden independiente, con las bulas  Cum dudum (1594) y Romanum Pontificem (1603) de Clemente VIII, estas relaciones materiales y espirituales entre laicos y monjas o entre los laicos y los frailes obtendrán un carácter oficial con la participación en el carisma y en la espiritualidad del Carmelo Descalzo, formando parte del mismo[7].  Ya que estas bulas pontificias extenderán a los carmelitas descalzos las facultades y privilegios de la Orden del Carmen, por ello podrá erigirse una Tercera Orden Secular, propia e independiente[8].

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Desde entonces,  los miembros de la Tercera Orden Secular del Carmen Descalzo, participarán ya de forma oficial, como los otros miembros de las  terceras órdenes mendicantes, en la espiritualidad y carisma particular de la Orden del Carmelo Descalzo, y esa espiritualidad será la que guiará  los apostolados a que ellos se dediquen. Como en las otras órdenes mendicantes, la orden tercera no será un laicado asociado, sino que “a través de su conexión con los frailes de las diversas Órdenes, la Orden Seglar comunica la propia espiritualidad al mundo a su derredor. […] La Orden Seglar es definitivamente «Orden» debido a la relación esencial que existe entre los frailes, [las monjas] y los seglares”[9].

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                                                                                                                         María del Pilar de la Iglesia  (OCDS)

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[1] Citado por Efrén de la  Madre de Dios y Otger Steggink, Tiempo y vida de Santa Teresa, Madrid, BAC 1968, 216.

[2] «Era entonces el Rmo. señor don Alvaro de Mendoza, y cuanto estuvo en Avila, le favoreció mucho y daba siempre pan y botica y otras muchas limosnas». Santa Teresa de Jesús, “Memorial de san José de Ávila”, en Obras Completas, o.c., 2148-2149.

[3] Baldomero Jiménez Duque, San José: Casa-Madre del Carmelo Teresiano, Ávila 1994, 82.

[4] Autógrafo del 31 de agosto de 1577. Citado por T. Sabrino Chomón, San José de Ávila. Historia de una fundación, Ávila 1997, 70.

[5] V. de la Fuente, El maestro Julián de Ávila: Vida de santa Teresa de Jesús, Madrid 1881, 212. Citado por

[6] San Juan de la Cruz, Obras Completas, Madrid: Ed. de Espiritualidad 1980, Dedicatoria a  Llama del amor Viva, 918.

[7] Cf. Constituciones OCDS, n. 2.

[8] Cf. C. Pérez Milla, “Tercera Orden Secular”, en E. Ancilli (dir), Diccionario de espiritualidad, Barcelona: Ed. Herder, 1984, vol. III, 471-473.

[9]Secretariado General para la Orden Seglar del Carmelo Descalzo, Asistencia Pastoral a la Orden Seglar, 2006.

 

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